Oscar Argés: 50 años de vocación, técnica y pasión

Un verdadero Referente entre los profesionales MMO, su legado combina profesionalismo, ética y una vida dedicada al buen construir.


¿Cómo fueron tus inicios en la profesión?

Comencé trabajando junto a los arquitectos Carlos Bourbotte y Pablo Laje. Me vinculé mucho con ellos, dibujando y calculando estructuras. Aunque todavía no tenía el título de Maestro Mayor de Obras, ya me encontraba en actividad profesional. Eran épocas donde, más allá del título, uno se iba ganando un lugar por capacidad, por oficio, y por la relación con los colegas. Fue una etapa de mucho aprendizaje, porque implicaba asumir responsabilidades grandes desde joven.

¿Siempre quisiste dedicarte a esto?

Siempre quise ser arquitecto. Cuando llegó el momento de ingresar a la secundaria, fuimos con mi padre a la vieja Escuela Industrial, ubicada en la calle Lainez. En ese entonces no existía la especialidad de construcciones, pero nos dijeron que los primeros tres años eran comunes y que quizás se incorporaría.

Finalmente no ocurrió y terminé como Técnico Mecánico. Más tarde, cuando surgió la carrera de Maestro Mayor de Obras, ya trabajaba, pero igualmente decidí completarla. A pesar de no haber podido concretar mi sueño de ser arquitecto, encontré en el ejercicio de Maestro Mayor de Obras una pasión que me acompañó toda la vida.

¿Qué recordás de tu paso por la escuela técnica?

La primera etapa me dejó una huella muy positiva. Tuve profesores comprometidos, verdaderos docentes de vocación, que enseñaban desde el ejemplo y con un respeto enorme por la profesión. En la segunda etapa, ya estudiando para Maestro Mayor de Obras, la cosa cambió bastante. Muchos profesores parecían ir solo a cumplir horario, sin pasión ni compromiso, y eso se notaba. Llegué a situaciones en las que, incluso, dominaba más algunas herramientas que los docentes, como cuando supe manejar la regla de cálculo y el profesor no. Hoy, lamentablemente, me parece que se ha perdido mucho de esa calidad educativa.

¿Pudiste estudiar arquitectura?

Sí, comencé en la Universidad de La Plata en 1966, pero al poco tiempo se produjo la intervención militar que cerró la facultad. Meses después, cuando reabrió, fui convocado a la Marina para hacer el servicio militar. Tuve suerte de salir antes porque hice un curso de enfermería en el Hospital Naval de Puerto Belgrano. Al volver, el plan de estudios había cambiado y nada de lo cursado me lo reconocían. Eso me frustró muchísimo. Sentí que ya no era para mi, demasiadas trabas para seguir. Así que regresé a Neuquén y, con 21 años, comencé a trabajar como Maestro Mayor de Obras, actividad que ya conocía bien porque calculaba estructuras y dibujaba desde antes.

¿Qué obras recordás con más orgullo?

Una de las obras que más me representa es la galería comercial de Alberdi y 25 de Mayo, justo donde crecí y vivieron mis abuelos. Es una obra que sigue en pie y me da mucha satisfacción verla cada vez que paso. También una vivienda en la calle Rioja, que fue publicada en el suplemento de arquitectura del diario Río Negro en 2004, y muchas viviendas particulares. Tengo más de 200 proyectos, muchos dibujados a mano y muchos otros hechos ya con computadora (sistema CAD), muchos de ellos modelados en 3D. Nunca trabajé en serie, todas mis obras son distintas y responden a las necesidades de cada cliente y al lugar. Eso es lo que más valoro.

¿Creés que lograste un estilo propio?

No, y en parte lo hice a propósito. Siempre quise que cada obra respondiera a su entorno, a las necesidades del cliente y al momento. Nunca repetí modelos ni impuse mi estética personal. Me interesa mucho la armonía entre el diseño y el uso que se le va a dar. Veo hoy muchos barrios nuevos donde las casas parecen todas iguales, sin alma, sin historia. Eso me entristece, porque la arquitectura debería reflejar una identidad.

¿Cómo fue tu experiencia como dirigente profesional?

En 1980 refundamos el Centro de Técnicos del Neuquén junto a varios colegas. Fui su primer presidente y diseñé el logotipo institucional, que aún se conserva. Hicimos un anteproyecto para la sede, organizamos eventos y actividades, incluso sorteamos un auto 0 km para celebrar el Día del Técnico. Fue una etapa muy intensa y gratificante. También fui Secretario y Consejero Titular del CPAGIN, donde luchamos mucho por los derechos de los técnicos. Gestionamos convenios, defendimos el ejercicio profesional y trabajamos en la redacción de la ley del Colegio de Técnicos.

¿Te ofrecieron ser docente?

Sí, apenas regresado de La Plata, Juan Mantelli, secretario de la ENET N°1, en ese entonces, me propuso tomar horas de Matemáticas y Dibujo Técnico. Pero había una condición: debía afeitarme la barba. En ese momento éramos solo tres personas en Neuquén con barba: el arquitecto Müller, el diputado Carol y yo.

No acepté porque consideraba que no tenía sentido esa exigencia. Me quedé con las ganas, porque siempre me gustó la docencia y el dibujo técnico. De hecho, participé en salones de arte y realicé obras de dibujo artístico en carbonilla y tinta con estilográficas (tipo Rotring).

¿Qué te aportó tu formación como Técnico Mecánico?

Muchísimo. Me enseñó a ser meticuloso, ordenado y buscar precisión, no perfección, pero sí excelencia. Aprendí a calcular estructuras metálicas y eso me sirvió mucho como Maestro Mayor de Obras. El CPAGIN incluso me reconoció derechos adquiridos en estructuras sismorresistentes. Creo que mi formación técnica fue decisiva para mi desempeño profesional.

¿Cómo viviste el cierre de tu estudio?

En 2020, con la pandemia, decidí cerrar. Los últimos comitentes fueron complicados, y a esa altura ya no estaba dispuesto a soportar situaciones desgastantes. Me costó desprenderme de mis planos, maquetas y libros. Los traje a mi taller en casa. Me llevó un par de años hacer ese duelo, pero hoy me siento bien.

Disfruto de mis caminatas, de mi taller, de hacer cosas con las manos. Vivo un presente tranquilo, sin nostalgia, pero con gratitud por lo recorrido.

¿Qué mensaje le dejarías a las nuevas generaciones de técnicos?

Que exijan una formación de calidad. Que no se conformen con recibir un título sin tener las herramientas para ejercer. Que valoren la ortografía, la buena comunicación gráfica y verbal. Que defiendan su derecho a ejercer lo que su título les permite, y que no acepten que se les nieguen contenidos. Me preocupa ver cómo se ha deteriorado la calidad educativa. Hace 50 años ya lo sufríamos, y hoy parece haber empeorado. Ojalá puedan reclamar lo que corresponde y formarse realmente para ejercer con solvencia.

¿Qué significa para vos ser “Profesional”?

Significa disfrutar lo que uno hace, buscar superarse permanentemente, ser responsable y honesto con el cliente y con uno mismo. Yo nunca quise competir con otros ni parecerme a nadie. Siempre quise hacer las cosas bien, interpretar correctamente lo que el cliente necesitaba y resolverlo de la mejor manera.

Eso es ser profesional: mejorar cada día, sin importar los premios o el reconocimiento. Y por suerte, eso se refleja en que, aún hoy, muchos obreros y clientes me recuerdan y me saludan. Eso no tiene precio.


OSCAR DIEGO ARGÉS

TÉCNICO MECÁNICO NACIONAL (ENET N° 1 – Neuquén) 1965

2 años de ARQUITECTURA (UNLP – La Plata Bs.As.) 1966/68

Téc. MAESTRO MAYOR DE OBRAS (ENET N° 1 – Neuquén) 1975

Ciudad de Neuquén | Argentina