Medir para transformar: la Huella de Carbono como nuevo eje estratégico del sector energético

En un contexto donde la sostenibilidad dejó de ser una proyección para convertirse en una herramienta concreta de gestión, la Huella de Carbono (HC) se consolida como un parámetro técnico esencial para el sector energético e industrial.
El Licenciado Gustavo Altuna, referente de SG2 Consultores Medioambientales, analiza cómo medir, certificar y comunicar este indicador se ha transformado en una ventaja competitiva clave, tanto en eficiencia operativa como en acceso a financiamiento verde y posicionamiento internacional.

Medición y propósito: la base de una estrategia sostenible

“La medición de la Huella de Carbono (HC) ha pasado de ser un ejercicio voluntario a un imperativo estratégico ineludible”, sostiene Altuna.
El cálculo cuantifica sistemáticamente las emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI) expresadas en dióxido de carbono equivalente (CO₂e), a lo largo de toda la cadena de valor operativa.
Este diagnóstico permite identificar los puntos calientes de emisión y establecer una línea base desde la cual diseñar estrategias de mitigación alineadas con marcos internacionales como la Science Based Targets initiative (SBTi).

Altuna subraya que realizar este proceso bajo normas internacionales como la ISO 14064-1 (Organización Internacional de Normalización, norma para cuantificación y reporte de GEI) o el GHG Protocol (Greenhouse Gas Protocol) no representa un gasto, sino una inversión estratégica.
Estas certificaciones garantizan que los datos de Alcance 1, 2 y 3 sean confiables, comparables y auditables, lo que mejora el rating ESG (Environmental, Social and Governance) de las compañías y reduce el costo de capital frente a inversores institucionales.
Además, esta medición impulsa la eficiencia energética, detectando ineficiencias no evidentes, y ofrece una ventaja competitiva en licitaciones, reduciendo el riesgo de greenwashing (ecoblanqueo) y fortaleciendo la confianza de los stakeholders.

Implementación práctica: del diagnóstico a la acción

Desde SG2 Consultores, Altuna detalla que la implementación de un Plan de Gestión de Huella de Carbono (HC) se organiza en cuatro etapas interconectadas que conforman un proceso de mejora continua:

  1. Medición y Cuantificación Certificada:
    Se aplica la metodología del GHG Protocol (Greenhouse Gas Protocol) o la norma ISO 14064-1 para establecer la línea base en CO₂e (dióxido de carbono equivalente), diferenciando los Alcances 1, 2 y 3 según la fuente de emisión.
    La integridad y trazabilidad de los datos son condiciones técnicas no negociables.
  2. Definición Estratégica y Establecimiento de Metas:
    Identificados los hotspots de emisión, se fijan objetivos de reducción realistas pero ambiciosos, preferentemente alineados con la SBTi (Science Based Targets initiative), que orienta las metas hacia los compromisos internacionales de descarbonización.
  3. Implementación de Proyectos y Reducción:
    Esta fase convierte la estrategia en acción. Involucra inversiones en Eficiencia Energética (EE), contratación de Power Purchase Agreements (PPAs, contratos de compra de energía renovable), innovación tecnológica, sustitución de combustibles fósiles y compensación con créditos de carbono certificados.
    También se aplican herramientas de Análisis de Ciclo de Vida (ACV) para modelar categorías complejas dentro del Alcance 3.
  4. Monitoreo, Reporte y Verificación (MRV):
    Este cierre garantiza la transparencia y credibilidad mediante auditorías externas y reportes públicos de sostenibilidad bajo marcos como GRI (Global Reporting Initiative) o TCFD (Task Force on Climate-related Financial Disclosures).

Los principales desafíos técnicos se concentran en la integridad del Alcance 3 —por la dependencia de datos de terceros— y la formulación de metas Science Based, que requiere modelado energético y evaluación de tecnologías emergentes como el Hidrógeno Verde (H₂V) o la Captura y Almacenamiento de Carbono (CCS, Carbon Capture and Storage).

Normativa y tendencias: una regulación que se acelera

Altuna describe el marco argentino como una matriz dual: combina instrumentos voluntarios con una regulación incipiente.
A nivel nacional, la Ley N.º 27.520 de Presupuestos Mínimos de Adaptación y Mitigación al Cambio Climático sienta las bases de la política ambiental argentina.
Complementariamente, el Inventario Nacional de Gases de Efecto Invernadero (INGEI) y el Registro Nacional de Huella de Carbono (RENACE) promueven la transparencia y la trazabilidad del reporte corporativo.

En materia de incentivos, las inversiones en mitigación y eficiencia energética (EE) pueden acceder a beneficios fiscales y a líneas de crédito verde del BICE (Banco de Inversión y Comercio Exterior).
Asimismo, la Ley N.º 27.191 de Fomento a las Energías Renovables permite a las empresas obtener certificados de generación limpia y participar en el Mercado a Término de Energías Renovables (MATER).

En la región patagónica, la Secretaría de Ambiente y Recursos Naturales de la Provincia de Neuquén impulsa el Programa Provincial de Huella de Carbono, una iniciativa pionera que busca consolidar una base de datos regional de emisiones y promover la gestión de Gases de Efecto Invernadero (GEI) en el sector industrial.
Particularmente en la Cuenca Vaca Muerta, el foco está puesto en el control de emisiones fugitivas de metano (CH₄), un gas con alto potencial de calentamiento global.

Altuna anticipa una evolución regulatoria hacia la obligatoriedad y la tarificación del carbono, que podría materializarse mediante un Mercado Nacional de Comercio de Emisiones (ETS, Emissions Trading System) o un impuesto directo al carbono.
“En el futuro cercano —advierte— el reporte de la Huella de Carbono será obligatorio para grandes emisores y empresas cotizantes. La gestión ambiental será una variable de competitividad económica.”

Energía y sostenibilidad: la Huella como motor de eficiencia

“La Huella de Carbono (HC) no es solo una métrica: es el principal KPI (Key Performance Indicator) para medir el avance de la Transición Energética (TE)”, asegura Altuna.
Mientras la TE busca transformar la matriz energética hacia fuentes limpias, descentralizadas y resilientes, la HC cuantifica ese proceso y lo hace tangible.

Los programas de Eficiencia Energética (EE) —que reducen consumos primarios y pérdidas— son el punto de partida más rentable de la descarbonización, atacando directamente las emisiones de Alcance 1 y 2.
Su implementación genera retornos de inversión rápidos, menores costos operativos y una reducción inmediata de la HC.

En el caso de la Patagonia, las oportunidades son significativas:

  1. Acceso a financiación verde con tasas preferenciales para proyectos con baja Huella de Carbono.
  2. Diversificación energética y resiliencia operativa, mediante autogeneración o PPAs con fuentes renovables.
  3. Integración a cadenas de valor internacionales, donde los grandes compradores exigen proveedores con gestión certificada del Alcance 3.

“La gestión profesional de la Huella de Carbono convierte el desafío climático en una ventaja competitiva, financiera y reputacional”, resume.

Proyección y cultura organizacional: cuando la sostenibilidad se vuelve hábito

Más allá del marco técnico, Altuna enfatiza que la transformación hacia una gestión ambiental consciente requiere un cambio cultural profundo. “La sostenibilidad empieza en la dirección y se consolida en el día a día”, explica.
El primer paso es que la alta gerencia establezca la conciencia ambiental como valor estratégico, asignando recursos y objetivos medibles en la evaluación de desempeño.

La Eficiencia Energética (EE) es una puerta de entrada eficaz, porque muchas mejoras provienen de acciones de bajo costo o sin inversión, como ajustar setpoints, apagar equipos o reducir consumos ociosos.
Estos cambios culturales pueden reducir significativamente la HC y los costos operativos.

El rol de la comunicación interna y la educación ambiental es central: deben ser continuas, participativas y orientadas a resultados.
Desde SG2 se promueve la capacitación de operarios en protocolos de mejores prácticas, de técnicos en Análisis de Ciclo de Vida (ACV) y de mandos medios en planificación ESG (Environmental, Social and Governance).
De este modo, cada empleado se convierte en un agente de cambio ambiental, capaz de vincular su tarea diaria con los objetivos de descarbonización corporativa.

Conclusión: hacia una gestión de carbono inteligente

Medir, gestionar y comunicar correctamente la Huella de Carbono (HC) ya no es una tendencia: es una condición para competir.
Como plantea Gustavo Altuna, el futuro de la industria energética dependerá de su capacidad de cuantificar, reducir y demostrar resultados verificables.
La Patagonia tiene un rol estratégico en este proceso: transformar su potencial energético en liderazgo ambiental, con ciencia, técnica y cultura organizacional comprometida.


Por Pablo González

PG Marketing y Comunicación
Columnista en Energía Patagonia

Entrevistado Lic. Gustavo Altuna
Socio Gerente de SG2 Consultores Medioambientales